Al revisar la composición de sus importaciones, está altamente diversificada en productos tanto de primera necesidad como otros que no lo son:
Maquinaria, en general, importa casi US$ 6.000 millones, equivalente a un 15 % del total
Combustibles representa el segundo lugar de importaciones con US$ 3.600 millones, pero se evidencia un incremento monumental en este rubro de importaciones, pues en el 2013 no llegaban a US$ 400 millones las necesidades de importación en este sector.
Aparatos eléctricos, representan US$ 2.800 millones.
Productos farmacéuticos cerca de US$ 2.400 millones
Vehículos, US$ 1.900 millones
Carne bovina, US$ 1.600 millones, cuando Venezuela se preciaba de tener uno de los más grandes hatos ganaderos de Latinoamérica hace 20 años.
Cereales, otros US$ 1.600 millones
Manufacturas de hierro, US$ 1.500 millones
Productos Químicos (US$ 1.400 millones), leche y derivados (US$ 1.100 millones), plásticos (US$ 1.000), grasas y aceites, (US$ 800 millones), aparatos electrónicos más sofisticados (US$ 700 millones), azúcar (US$ 690 millones), animales vivos, especialmente de la clase bovina (US$ 600 millones), manufacturas de hierro (US$ 500 millones), productos químicos (US$ 490 millones) y así sucesivamente para casi todos los sectores, donde en el peor de los casos se reflejan importaciones por encima de los US$ 100 millones.
¿DÓNDE ESTÁN LAS OPORTUNIDADES Y LOS RIESGOS?
Al orientarse por las noticias de control de mercado, restricción a las importaciones, control exagerado de las divisas para poder importar, la política industrial inexistente, la inseguridad jurídica para hacer negocios, la fuga permanente de capitales de Venezuela, las divisiones políticas tan marcadas, la casi xenofobia populista respecto de un pequeño número de colombianos indefensos, la crisis del petróleo, la hiper devaluación del dólar negro (para septiembre el dólar negro estaba por encima de los 800 bolívares por dólar, cuando el dólar oficial está a 12 bolívares por dólar), el control cambiario excesivo, la inseguridad ciudadana, la corrupción incremental, la falta de control de las autoridades a las bandas criminales y la desesperanza de los venezolanos, entre otras condiciones para tomar la decisión de incursionar en el mercado venezolano, cualquier decisión gerencial hacia este mercado sería tildada de “irracional”.
Sin embargo, en la medida que se logren identificar oportunidades para las Pyme en Colombia, es posible encontrar oportunidades en medio de las dificultades. El ejecutivo Damián A. Trujillo, opina que:
Definitivamente las recientes actuaciones en la frontera, sumadas a otras que se han adoptado y a las que vienen, están en gran parte asociadas a las elecciones de diciembre de 2015 y por tanto se podría esperar que pasadas estas elecciones, el gobierno adopte medidas económicas un poco más flexibles e impopulares que permitan diversificar ingresos y liberar un poco el comercio exterior.
Para nadie es un secreto que el gran problema de Venezuela, desde el punto de vista econó- mico, es el control de precios y por lo tanto los altos subsidios a una gama de productos, orientados a la clase popular, que podría ser fácilmente más del 70 % de la población
Eliminar o disminuir esta polí- tica de subsidios, especialmente en lo que se relaciona con alimentos básicos, es igual y más impopular que pensar en eliminar los subsidios a la gasolina, algo que en los últimos 50 años ningún presidente (de derecha centro o izquierda) se ha atrevido a hacer, pues para los venezolanos es cuestión de orgullo tener la gasolina más barata del mundo, así no tengan carro o lo usen muy poco.
En la medida que el desabastecimiento no es solo a nivel de alimentos, sino de productos básicos, pero no indispensables como electrodomésticos, confecciones y manufacturas en general. Acá sin duda se presenta una oportunidad, pues no existe un control de precios tan estricto como en el de los alimentos, pero si una gran necesidad pues no se consigue ni nuevos ni repuestos o partes para reparaciones
Una de las cosas más llamativas y dignas de estudio para un economista, es que en Venezuela hay dinero circulante y una cultura de demanda altísima. Dicho por los mismos venezolanos, “todo lo que quieras vender en Venezuela, lo vendes al precio que quieras”. Las personas tienen dinero, tienen necesidades, pero además es una cultura altamente consumidora y que le gusta vivir mejor de lo que puede.
Las evidencias y el desbordado incremento de la devaluación medida por el dólar negro, no se espera que cambie de manera importante en el corto plazo, pase lo que pase en las próximas elecciones de diciembre, pues cualquier decisión por incrementar el dólar o incluso liberarlo, haría que la inflación desbordada que ello generaría, haría inviable que los subsidios a los alimentos sigan generando un efecto de confort para el 80 % de la población Una de las cosas más llamativas y dignas de estudio para un economista, es que en Venezuela hay dinero circulante y una cultura de demanda altísima. Dicho por los mismos venezolanos, “todo lo que quieras vender en Venezuela, lo vendes al precio que quieras”. Las personas tienen dinero, tienen necesidades, pero además es una cultura altamente consumidora y que le gusta vivir mejor de lo que puede.
Las evidencias y el desbordado incremento de la devaluación medida por el dólar negro, no se espera que cambie de manera importante en el corto plazo, pase lo que pase en las próximas elecciones de diciembre, pues cualquier decisión por incrementar el dólar o incluso liberarlo, haría que la inflación desbordada que ello generaría, haría inviable que los subsidios a los alimentos sigan generando un efecto de confort para el 80 % de la población ese mercado. El problema es sin duda que no existen divisas disponibles o asignadas por el gobierno para pagar importaciones fuera de las que al mismo gobierno le interesa
La creatividad entonces es que, frente a la realidad de que cualquier producto se puede vender al precio que se quiera en Venezuela, cómo hago para que me paguen. La verdad es que le mercado negro es hoy en día la solución, pero ello es abiertamente ilegal bajo las leyes venezolanas (aunque esto no se va a terminar). La parte optimista y donde verdaderamente está el riesgo que eventualmente un empresario podría tomar, es que al exportar un producto cualquiera, logre hacer el cruce con la importación desde Venezuela de los pocos productos con potencial exportador y que por supuesto no hagan parte del control de precios o restricción a las exportaciones.
Otra de las posibilidades más novedosas que se presentan, está relacionada con la posibilidad de adquirir propiedades inmobiliarias (vivienda u oficinas) las que, por su muy bajo costo asociado a la situación, puede ser un atractivo de cara a rentabilidades altas a 10 o 15 años, con el riesgo que ello implica. Ya las expropiaciones pararon y la verdad nunca se ha oído que se expropie este tipo de inmuebles.
Salvo la incertidumbre política, Venezuela es sin duda un polvorín de oportunidades y riesgos, digno de un juego de póker donde la rentabilidad potencial es el único aliciente para mirar hacia ese mercado.